martes, 6 de diciembre de 2016

Crónica de mi primera maratón

Hoy quiero recordaros la crónica que hice días después de acabar mi primera maratón, la de Barcelona 2014.

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MI ÚLTIMA CRÓNICA DE MI PRIMER MARATÓN.

Hace ya un año y dos meses que mi padre entró al quirófano para una operación no muy complicada pero con riesgos... El domingo me vería cruzar la meta del maratón.
Ese sería el mejor resumen de lo que he vivido desde que me propuse preparar la carrera. Fue cuando un golpe inesperado en forma de parada cardíaca, nos dejó a todos pensando en el valor de las cosas intangibles. Ese día, por la mañana temprano, yo estaba allí en mitad de aquél pasillo rodeado de desconocidos mientras mi padre luchaba por nuestras vidas.

Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, puede ser que sea así, lo que tuve claro desde el momento en el que empezó a recuperarse, era que mi padre, que tantas veces había sacrificado sus domingos mañaneros en madrugones a los pueblos catalanes más fríos que existían, que siempre me ataba las zapatillas bien fuerte antes de las carrera y que yo lo decía en broma "Cuando esté en una final olímpica, tendrás que bajarme a atar las zapas", merecía verme acabar un maratón.
Hoy las zapatillas ya me las ato yo solo, supongo que es un simbolismo de que he adquirido de mis padres todo lo adquirible (y lo que queda). La vida me hará ir poniéndolo en práctica poco a poco.
Y así empezó esta pequeña locura que en parte, también es un sueño que tenía que cumplir. Siempre había competido en distancias "cortas" (en el fondo) y 42 km, se me antojaban un abismo.
Así pues, como uno en la vida pocas veces elige quien se cruza en su camino, desde aquélla época en la que mi padre me ataba las zapatillas es que comparto vida con Carles (Castillejo). Con él he vivido muchísimas cosas; buenas y no tan buenas. Él era el apoyo final que necesitaba para afrontar una carrera que para mí, el día que me lo propuse, era un mundo. (Ya sabéis que él ha sido dos veces campeón de España de Maratón, poco más puedo añadir, jeje.)

Así que nos pusimos manos a la obra: "Tú dedícate a correr y déjame a mi todo lo demás", parecía que me decía cada vez que yo le comentaba: "Hoy me ha costado un huevo entrenar", "Carles, yo no sé si voy a poder estar tres horas corriendo" y un largo etcétera... Dudas que hoy entiendo como lógicas.
No os voy a comer la cabeza con entrenos de series, ni tiradas largas, ni historias, pero sí que, dentro de ese período, aparece la fisio y amiga (y viceversa) Isa Arbonés, una profesional increíble. Cuando "cató" mis patas, no valían para nada. Contracturas, periostitis, más contracturas... Había que trabajar duro. En aquellas horas en la camilla, uno suelta gritos pero también descarga la cabeza, porque nadie como ella sabe como piensa un atleta y eso, cuando uno se presenta ante su primer gran reto maratoniano, es de agradecer... Así que GRACIAS TENACILLAS! (Si algún día pasais por su consulta, sabréis el por qué de ese mote, jaja).

Pasaron las semanas entre dolores, dudas, confianza, y sobre todo, disfrute, porque como muchos ya sabéis, llevo haciendo atletismo desde el año creo que 93, y cuando uno cree que ya ha sabido limpiarse de aquellas horas de entrenos, de aquellos croses, aquellos 1500os y muchas más cosas más cercanas del pro que del popular, vuelve a sentir sensaciones que le hacen volver a aquellos años en los que mi única preocupación era correr más que los demás. He sabido "reciclarme" y aprender que mi marca en 10k es de 36' y poco, pero que posiblemente, jamás volveré a hacer. Me siento orgulloso de aquellos años, y por eso he disfrutado tanto de esta preparación, porque he sentido "volar" como lo hacíamos antaño.

Así me planté en la línea de salida, relajado, tranquilo y confiado, con la intención de bajar de tres horas porque así había entrenado. Y con Sedano y Xavi, salimos a disputar nuestra guerra contra el crono en Barcelona.
El día, playero, no acompañaba después de haber preparado toda la maratón en invierno a una media de 8-10 grados, pero no había otra.
Salimos y no os voy a rayar con cada tramo de carrera, solo que en el kilómetro cinco, al beber un sorbito de agua, me entró mal al estómago y en el kilómetro 12 dije: "Me estoy cagando" ...Y en el kilómetro 15, tuve que parar. Supongo que no fue del todo determinante aunque de ir bien pasamos a querer recuperar ese tiempo y la Meridiana fue una losa.
En el kilómetro 25, nuestro grupo de tres se deshizo y allí empezó el calvario; vi a los míos y le dije a Isa que igual no acababa...era el kilómetro 28, quedaban 14!!!

En el kilómetro 32 empezó el calvario de verdad, me dio un calambre fortísimo que me hizo parar... Y de allí a meta, deshidratado, acalambrado (me dieron tres calambres más) y muy fatigado.
Lo peor sin duda fue a 195 metros de meta, al lado del cartel que marca el km 42, un calambre fortísimo en el isquio derecho que no me dejaba moverme. No podía ser, veía la meta al final de la calle, no podía ni caminar. De repente otro runner que me vio apurado (y que ya había acabado) me vino a ayudar. Él me decía: "Cógete a mi que te ayudo". Y yo le decía: "No puedo, no puedo ni andar y quiero entrar corriendo!!". Sólo pensaba en mi familia que llevaba dos horas esperándome en meta y no me podía permitir que me vieran entrar andando. En una de estas, la pierna me dio una tregua e inicié lentamente la marcha. Vi a mis padres y a Sonia y en ese momento no escuchaba nada, solo quería llegar. En el otro extremo oigo gritos; mi hermana. La miro, miro al suelo y a los lados y veo que estoy entrando "solo", ningún runner cerca. Es mi momento, por el que tanto he trabajado, abro los brazos, cierro los ojos y me acuerdo de todos los que de alguna manera u otra me habéis mandado fuerzas. Aquí estoy, cruzando la meta... Por fin!

Mi momento, vuestro momento, nuestro momento, porque muchas veces los ánimos no se escuchan pero siempre se sienten.
Paro el crono y veo 3h 14', no era lo que quería. Me agacho, beso el suelo y me da otro calambre... Ya da igual, aquí estoy. En ese momento me sentí frustrado, tres meses entrenando duro y no había podido bajar de las tres horas. En ese momento todo el sufrimiento de los últimos 12 km se te olvida, solo ves que no has conseguido lo que querías.
Hoy ya y en frío, lo valoro y me siento feliz.

Recojo mi medalla de finisher y me abrazo con Luisito e Isa, y me salta una lágrima. Nada que ver como cuando me reencuentro con mis padres, Sonia y mi hermana y me abrazo a ellos... Me echo a llorar y me acuerdo sobre todo de mi abuelo, que por esas extrañas razones, siempre me viene a la mente cuando acabo una carrera sea de la distancia que sea. Nadie habla, todos se miran emocionados y me dejan llorar, era lo que más me apetecía, "soltarlo" todo.
Hoy valoro ser finisher de un maratón, un maratoniano en toda regla y estoy orgulloso y agradecido por todas las muestras de apoyo y ánimo que he recibido todos estos meses.
De mi "familia" de Madrid, Dani, Sheila... Porque un simple "Me gusta" en Facebook, hace más de lo que creéis. Pablo, el padre Drinking, un tío de bandera que se ha volcado como nadie.

A los "Papis" que los conocimos en Cuba y que, posiblemente, van a ser personas que nos van a acompañar mucho tiempo en esta vida y que no dudaron ni un momento, pese a todo, en venir a dar cuatro gritos y entregarse como pocos en puntos complicados del circuito. Porque las mañanas no son igual sin un "Buenos dias papis" en el móvil.

A mis compañeros de trabajo, son tantos...que me preguntaban, que aguantaban mis cojeras mañaneras, mi cara de cansado, y que siempre me hacían sacar una sonrisa. Y a los que no tengo tan cerca, que ya saben quienes son, que son un gran apoyo dentro y fuera del curro, gente buena.

A todos los que de alguna manera u otra, me habéis hecho llegar vuestra confianza en mí y vuestros ánimos: Alicia, Laura, Víctor, Noelia, Lauri, Premarathon, Azalia (es difícil animar y llegar tanto a tantos kilómetros). Mi "minipandi": Vir y Justo que estando lejos, están siempre al lado. A los Drinkings (en general porque son enormes) simplemente por confiar tanto en mí. Luismi, un ídolo de la infancia picado conmigo en el Nike+ jeje.

A mis colegas de toda la vida por preguntarme y animarme entre birras del Ca La María, A Nacho por las charlas en Can Mercader que me hicieron ser maratoniano antes de salir. A mis primas y tía por apoyarme en tantos momentos.

A mis suegros y cuñados que pese a ser nuevos en el asunto, me acompañaron en el reto sin pensárselo en ningún momento. Un ejemplo de esfuerzo para mi y sobre todo porque no hace falta estar para saber que se está.

A Luisito, que no dudó en ningún momento estar a pie de pista animando. Es un gran apoyo tener a una persona con la que puedas compartir horas y horas hablando de deporte y de publicidad, que muchas veces me hacían desconectar lo suficiente para no sentir dolores.

A Isa Arbonés, sí, otra vez, porque ningún dolor exterior o interior se le escapa.

A Carles, una persona que SIEMPRE ha creído en mi desde que nos conocimos allí por los 90 y pico, que me ha enseñado todo lo que sabe y me ha hecho ser mejor atleta, mejor persona y mejor amigo. El camino es largo pero la compañía es amena y, entre risas y llantos, se nos está haciendo divertido.

A Sonia, que ni siquiera ella misma sabe lo que ha hecho por mi desde que nos conocimos y decidimos ser amigos, luego más que amigos y ahora ser sólo uno. Que ha tenido que aguantar malas caras, silencios incómodos, dolores, explicaciones técnicas sin entender nada y que a cambio ha dado apoyo, cariño, comprensión, esfuerzo y amor. Habrán más maratones pero nunca como la primera y ella que lo sabía, ha estado por encima de un cliché difícil de asumir, ser pareja de un maratoniano, gracias cariño.

A mi hermana, que desde que empecé con esta locura del atletismo ha sido mi seguidora numero uno y eso no se olvida tan fácilmente. A mi abuela también que sus "Nene si tu te cansas mucho, te paras" me hacían sentir protegido.

Pero sobre todo y por encima de todos, a mis padres, principio y seguido de todo esto. Posiblemente todas las maratones que corra irán dedicadas a ellos y siempre parecerá poco, porque siempre me han inculcado esfuerzo, respeto, superación y lucha. Todo lo que sé, se lo debo a ellos. Estoy tan orgulloso de mis padres que correría hasta el infinito por ellos y muchos pueden pensar que las carreras o los retos son poca cosa, pero ellos saben de sobra lo que significa este deporte para mi. Este deporte ha sido mi psicólogo y ellos mis médicos.
En esta vida hay muchos caminos pero sólo con la brújula correcta, vas por el camino que te corresponde. Ellos me enseñaron que el camino más fácil no es el más divertido, y el camino que estoy trazando es gracias a ellos. Os quiero papis.

Una vez un amigo mio de Twitter me dijo: "Gracias a Dios este deporte siempre te devuelve todo lo que le das". No puedo añadir mucho más.

El Km 43 quizás el más difícil de asumir y de analizar, ya que desde hace unos días, va dedicado a una persona en la que me sentía reflejado, el abuelo de Sonia, Antonio, que con sus ochenta y pico, no dejaba ni un momento sus entrenamientos y paseos. Hace un par de días que nos dejó de cuerpo presente, pero que para siempre quedarán los grandes momentos que nos hizo pasar. Para él va.